Hoy
me había levantado con un dolor extraño de cabeza, las luces del día me
molestaban en las cuencas de mis ojos y tuve más de una ocasión de pensamiento
de decirme a mí misma que:
«Si pudiera me los arrancaba para evitar el
dolor»
Fui
al baño y me duche como cada mañana antes de comenzar mi día laboral. Tenía
suerte en este día porque mi jefa el día anterior me había dado el día libre,
bueno, libre no, más bien me había permitido trabajar en mi casa y eso quieras
o no yo se lo agradecí porque así no tenía que aguantar el tráfico de todos los
días, ni a la gente, ni a un sinfín de tropiezos que me encontraba a diario.
Mi
pareja ya no estaba en casa, su trabajo le hacía levantarse un par de horas
antes que a mí y la casa estaba en silencio. Salí del cuarto de baño y divise
en la lejanía de izquierda a derecha por el pasillo que todo estaba desordenado.
La salita había sido devastada por un vendaval llamado Miguel (mi pareja era un
hombre muy desordenado pero tenía muchas cosas buenas que apocaban esa actitud),
revistas de motos y fútbol desordenadas, mandos varios tirados en varios
lugares, en el sofá, encima de la tele, encima de la estantería, de nada sirvió
que comprase un guarda mandos y tampoco un mando universal para tenerlos todos
juntos, él siempre me decía que iban mejor cada uno por su lado, como no lo
pude sacar de esa teoría pensé en la siguiente opción, regalarle el guarda
mandos, muy práctico puesto en el brazo del sillón, pero en fin, para nada que
sirvió por que seguía poniéndolos donde les daba la gana.
Me
llevo media hora arreglar la casa al completo, siempre trataba de ir
limpiándola cada día, así me lo enseño mi madre para no tener que hacer un gran
esfuerzo de limpieza una vez al mes y surtía efecto, el consejo que ella me dio
cuando a los 18 años me independicé me funcionaba bien.
No
tuve tiempo de recibir muchos más pues desgraciadamente la perdí dos años después
cuando un loco se saltó un stop y se dio de frente con su coche, muerte
instantánea me dijeron los médico, no se enteró de nada. A mi padre ni le conocí,
la única reseña que tenía era por mi madre y no muy buena, así que me sentía
huérfana de ambos porque nunca tuve intención de buscar a alguien que me
abandono en cuanto mi madre le dijo que estaba embarazada.
Entre a mi casa cuando barrí
la entrada y cerré dejando tras de mi la calle. Me pare en seco mirando...
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