lunes, 31 de agosto de 2020

#MicroRelato: Te vi a través de mis ojos




TE VI A TRAVÉS DE MIS OJOS

Una escena observada de las que para mí hace época. Incluso por lo general me dedico a ponerme mis auriculares al subir al autobús y solo escucho música, no deseo que nadie perturbe mi energía. Pero ver a una conductora hacer su acción me hizo quitar el sonido que entraba por mis oídos para escuchar la voz y la conversación de ella hacia una madre y su hijo.

Llegamos a la parada que esta frente al hospital del mar. Yo me monté al inicio del recorrido. La conductora abre la puerta para que el pasaje comience a entrar. La verdad que esa parada en según qué horario está bastante concurrida. La gente ya entraba murmurando comentarios sobre el niño y su madre.

La verdad no era nada agradables.

Casi todos se fueron a los asientos del final del autobús. Entraron los últimos y el niño desconsolado lloraba preguntándole a su madre porque la gente se alejaba de él con desprecio. Por qué recibía esas miradas como alfileres clavándose en sus emociones y sentimientos. No le gustaba nada. El chiquillo de unos diez años, con ojos muy rojizos, cara bastante demacrada.

Para que engañarnos, no tenía buena pinta.

La conductora sonríe y le pregunta.

—¿Qué te pasa guapo?

Él no contesta se queda en silencio, su madre respondió.

—Está triste. Venimos del hospital. Le acaban de hacer una quimioterapia y está un poco malito pero no pasa nada, todo estará bien al llegar a casa. Se le pasará pronto ¿verdad cariño?

La conductora comenzó a darle palabras de aliento y consuelo.

—Seguro que sí y ya verás cómo…

Fue interrumpida.

—He escuchado palabras feas sobre mí mientras esperábamos el autobús. He oído que solo una madre se atrevería a tocar y a abrazar a alguien tan enfermo por el coronavirus. Y no tengo eso… ¿verdad mama?

—No cariño.

Y ahí observé que la conductora puso el freno de mano. Echó el asiento hacia atrás, se levantó y salió de su habitáculo. Cogió las manos del niño y sonriéndole toco sus brazos y lo abrazo con permiso de él y de su madre.

—¿Ves como no pasa nada? —le decía sin dejar de sonreírle—. Si los demás no quieren estar cerca de ti… pues peor para ellos.

El chiquillo sonrió de nuevo, su madre dio las gracias por su gesto y la conductora se puso de nuevo en su lugar continuando su trabajo. Yo seguía observando toda la escena. Los vi sentarse juntos.

Una experiencia más, de cómo la humanidad poco a poco la vamos perdiendo. De cómo una trabajadora intenta que las cosas no vayan a más. No perdamos nuestras emociones. No caigamos en los errores del pasado. De la histeria colectiva. El miedo nos convierte en seres irracionales. Luchemos contra lo desconocido pero con buenos sentimientos. Hagamos de este mundo, un mundo nuevo.

Y no es defensa a los trabajadores de este sector, seguramente muchos al leer este breve relato lo pueden pensar. Pero no es así. Es una escena verídica de las que no se suelen contar nunca. Yo la viví y por eso quiero dejar el testimonio. Parece que vende más las cosas malas, el morbo de las acciones de los seres humanos malos.

Pero las buenas, también a veces son necesarias contarlas.





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